Dick Emanuelsson ha cubierto
el conflicto en Colombia durante casi tres décadas como corresponsal para
América Latina. Ha vivido de cerca los procesos
de Casa Verde, San Vicente del Caguán y el que actualmente se desarrolla en
Cuba. En 2005 tuvo que dejar su casa de Bogotá por amenazas de muerte. Los
servicios secretos tenían una carpeta con 476 folios sobre su persona.
«Nunca se ha avanzado tanto, con una agenda y la tierra como primer punto»
Por Ainara LERTXUNDI | GARA, DONOSTIA
Casa Verde, San Vicente del Caguán y La Habana. Tres procesos
negociadores entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano que forman parte de la
dilatada trayectoria profesional del periodista sueco Dick Emanuelsson como
corresponsal para América Lati- na. Ha penetrado en las monta- ñas colombianas en más de una ocasión para entrevistar a
la guerrilla, ha ahondado en la muerte de sindicalistas a manos de paramilitares
y ha retratado la situación del campesinado.
De gira por Euskal Herria, Emanuelsson visitó la redacción de
GARA para relatar su experiencia en Colombia y sus impresiones sobre las
conversaciones de La Habana.
¿Cómo realiza un periodista su labor a sabiendas de que está
siendo espiado y de que esos seguimientos pueden poner en peligro a sus
fuentes?
Cuando llegué a Colombia y me acredité como periodista, un
colega me dijo ‘fíjate muy bien con quién hablas Dick, porque el 50% de los
periodistas son asalariados de la inteligencia militar y el otro 50% no pueden
ejercer el periodismo según los principios que deberían regir esta profesión’,
es decir, cuestionamiento del poder, investigar en profundidad, extraer los
elementos fundamentales para hacer un buen reportaje... En los últimos 20 años,
han matado a al menos 130 periodistas en Colombia.
Los corresponsales extranjeros tal vez estamos un poco más
blindados, pero los colegas colombianos están totalmente indefensos frente a
los abusos de los patrones o frente a las amenazas del Estado, de los grupos paramilitares y
de los escuadrones de la muerte.
¿Qué riesgos ha tenido que enfrentar, por ejemplo, a la vuelta
de un campamento guerrillero?
Cuando un periodista saca a la luz esa realidad de la insurgencia
que contradice la versión del Estado, inmediatamente queda confrontado con ese
Estado. En 1988, cuando aún estaba vigente el acuerdo suscrito el 28 mayo de
1984 entre el Gobierno de Be- lisario Betancur y las FARC en Casa Verde –sede del
Secretariado–, entrevisté a los fundadores de la guerrilla, entre ellos Jacobo
Arenas y Manuel Marulanda. Fueron dos semanas en las que recopilé mucho
material que, mayoritariamente, fue publicado en Suecia, pero también en medios
latinoamericanos y colombianos.
Ya en el año 2000 me instalé en Colombia como corresponsal para
América Latina. Mi casa y oficina estaban en Bogotá. En 2004 comenzaron las
amenazas de muerte, y desde octubre de ese año hasta 2005 me hicieron
seguimientos minuto a minuto. Comenzaron a grabarme en video incluso cuando
salía a correr.
Seguramente, los agentes pensaban que me estaba preparando
físicamente para ir a las montañas, cuando, en realidad, los reportajes con la
guerrilla representaban el 2% o 3% de todo mi trabajo profesional, porque hacía principalmente
reportajes sobre el movimiento sindical colombiano.
En la selva 2012, entrevistando al comandante Jesús Santrich de las FARC-EP pocos meses antes que comenzara el proceso de paz. |
En noviembre de 2005 tuve que salir del país por las constantes
amenazas de muerte y me fui a Honduras, donde residía mi esposa. En febrero de
2009, la Fiscalía colombiana hizo un registro en el DAS y se incautó de todas
las carpetas con los datos de los periodistas que fuimos objeto de espionaje.
Un compañero me filtró que la mía era una de las carpetas más
voluminosas con 476 folios. Fue impresionante comprobar la mentalidad paranoica
de la inteligencia militar.
En la página tres de esos 476 folios se decía que yo era ‘un
presunto ideólogo’ de las FARC-EP. Es absurdo sostener que un periodista sueco
que aterriza en Colombia pueda ser el ‘ideólogo’ de un movimiento armado con casi 50 años de historia. ¡Es una pendejada total!
El espionaje contra mi persona fue tal que, estando dentro de un
avión con destino a Costa Rica –donde iba a hacer una gira–, colocaron un imán
en mi computador para borrar todo su contenido. Después, enviaron un correo
electrónico anónimo a sus homólogos (DIS) en Costa Rica, diciendo que un
‘terrorista internacional’ con mis características físicas viajaba a su país.
El subdirector del DAS-G3, encargado de la contrainteligencia,
fue sentenciado a algo más de nueve años por espiarnos.
Desde el inicio de los diálogos, ha viajado en varias ocasiones
a La Habana. ¿Qué diferencia a este proceso de anteriores?
Lo que caracteriza a los tres procesos –Casa Verde, Caguán
(1999-2002) y el actual– son las mismas resistencias por parte del Estado y del
Gobierno para llegar a las raíces del conflicto social y armado.
El 9 de diciembre de 1990, estando todavía en vigor el acuerdo
al cese al fuego, el pueblo de Colombia fue a las urnas para elegir una nueva
Asamblea Constituyente y ese mismo día bombardearon Casa Verde, rompiendo el
proceso de paz. Dejaron sin abordar cuestiones esenciales como la reforma
agraria y otras reformas estructurales. No
obstante, el cese al fuego fue importante porque
dio espacio para la creación de un nuevo movimiento político, la Unión
Patriótica. Iván Márquez, por ejemplo, fue elegido diputado por el departamento
del Caquetá.
En las elecciones presidenciales de 1986, la oligarquía
colombiana se quedó herida por el amplio respaldo que obtuvo la Unión
Patriótica. La respuesta del Estado fue la de reforzar el paramilitarismo, que
siempre ha existido desde el Bogotazo de 1948, y asesinaron a los candidatos
presidenciales Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo. Aniquilaron físicamente a
Unión Patriótica, la organización política a través de la cual los guerrilleros
se iban a incorporar a la vida civil.
De los 32 alcaldes que fueron elegidos, asesinaron a casi todos, y el mismo
día de las votaciones para la Constituyente,
bombardearon, como he dicho, Casa Verde. En el de San Vicente del Caguán
diseñaron una agenda con diez puntos y ni siquiera abordaron el primero. Los
sabotajes fueron continuos y, al final, el proceso murió cuando empezaron a
bombardear la zona de despeje a principios de febrero de 2002.
Sin embargo, en La Habana ya hay dos acuerdos. ¿Eso hace pensar
que estamos ante un proceso mucho más solido?
Yo creo que sí. Los negociadores de las FARC estuvieron dos años
haciendo los preparatorios para blindar este proceso y para que al Estado no le
resulte tan fácil para romperlo bajo cualquier pretexto. Nunca se ha avanzado
tanto como ahora, con una agenda de seis puntos y la tierra como primer punto,
porque ese es un tema esencial para crear una nueva Colombia.
En contra de pronósticos hechos a priori, la discusión
sobre la sustitución de los cultivos ilícitos se está demorando más que los
anteriores puntos. ¿Qué impacto tiene el narcotráfico?
Aunque a nivel de calle el tema de la droga no es tan
importante, sí lo es para el poder fáctico en Colombia y Estados Unidos. Como
afirma Noam Chomsky, el 90% de las utilidades de la droga colombiana se
quedan en los sistemas financieros de EEUU. Hay muchos intereses en juego y la
última palabra siempre la tiene Washington. Los paros agrarios del pasado año
–el de Catatumbo que duró más de 74 días y, después, el gran paro agrario y
popular del 14 de agosto que se prolongó durante 35 días y movilizó a todo el
Ejército–, evidenciaron que los campesinos quieren una solución.
Lo que cultivan es la hoja de coca que luego compra el mafioso de la ciudad. La presencia de la
guerrilla en la zona es una protección para el campesinado.
En San Vicente del Caguán, Marulanda propuso un proyecto piloto
en Cartagena de Chaira, una zona con bastantes cultivos ilícitos de hoja de
coca e, históricamente, un bastión de la insurgencia. Pero el Estado rompió el
proceso, no quiso entrar a sustituir la plantación de coca de forma manual y
bajo control del Estado y de la insurgencia, al mismo tiempo. Reemplazar la
hoja de coca, hacer una reforma agraria, dar asistencia técnica y financiación
a los campesinos.
A estos les dicen que en vez de la hoja de coca planten árboles
de caucho pero, el caucho necesita ocho años para crecer. Entonces, la pregunta
que se hacen es evidente: ‘¿Con qué vamos a comer durante ese tiempo?’ Para que
realmente esos cultivos se puedan sustituir se necesita una reforma integral.
¿Qué evolución ha visto en la guerrilla en estas tres décadas?
Cuando en 1988 estuve por primera vez haciendo un reportaje en
un campamento guerrillero en las montañas de Cundinamarca en la cordillera
oriental, las FARC tenían unos 31 frentes. En una de las aulas del campamento
había un mapa con los diferentes frentes. Hoy en día, tienen cerca de 71,
más del doble. Desde que se rompió el proceso de paz en el Caguán en 2002, la
guerra ha sido total.
El expresidente Andrés Pastrana reforzó e intensificó la
política armamentística.
Con el Plan Colombia llegó una flota de unos cien helicópteros
Black Hawk con capacidad para trasladar a 29 soldados armados y una gran
cantidad de aviones de combate en un país donde prácticamente no hay medicinas
en los
hospitales públicos. Colom- bia tiene más de
500.000 militares, mujeres y hombres.
“The Washington Post” reveló un programa secreto de la CIA que
se inició en 2000, bajo el mandato del presidente George W. Bush, mediante el
cual ayudó a las Fuerzas Militares colombianas a matar a varios dirigentes de
las FARC, entre ellos a Raúl Reyes en territorio ecuatoriano.
Los estadounidenses tienen en su embajada un búnker desde donde
realizan labores de inteligencia y manejan la guerra. Ni siquiera los mismos
colombianos son dueños de su guerra.
Los últimos diez años han sido duros; a cualquier guerrillero
que entrevistes en los campamentos te dice lo mismo: ‘aquí es duro, no podemos
hacer como hace diez años un fogón porque los aviones detectan tanto el humo
como el calor’.
Pero la guerrilla se ha adaptado a las nuevas circunstancias;
tiene 50 años de experiencia.
En el departamento de Cundinamarca, por ejemplo, a los
campesinos que en la década de los 60 se atrevieron a pronunciar la palabra
reforma agraria, les cortaron la cabeza y las colocaron en los palos de los
potreros como una advertencia a los demás campesinos.
Fue en ese contexto en el que se creó la guerrilla de las FARC y
fue la guerrilla y no el Estado quien entregó en las décadas de los 60 y 70 las
tierras a los campesinos en este departamento, donde tenía una presencia muy
fuerte.
Ahí está la base social de la insurgencia. Como en Vietnam, la
guerrilla se mueve como pez en el agua y, el agua es la población.
Pero en las recientes elecciones legislativas han ganado los
partidos de la derecha. ¿Cómo se explica esa brecha?
El movimiento popular colombiano no participó en las elecciones. El terrorismo de Estado convirtió a la Unión
Patriótica en un esqueleto. El verdadero movimiento popular que representa
Marcha Patriótica, que aglutina a 2.000 organizaciones sociales, políticas y
populares, no se presentó. El año pasado convocó a 150.000 campesinos en la
Plaza Bolívar, que lograron sacudir todo el establecimiento colombiano y
obligar al Estado a sentarse con los campesinos. Sin embargo, Piedad Córdoba,
una de las portavoces de Marcha Patriótica, anunció que se estaban planteando
la disolución de Marcha Patriótica después de que hayan matado a una treintena
de representantes de la dirección nacional o departamental y denunció un
intento de repetir el genocidio de la Unión Patriótica.
150 000 colombianos en Plaza Bolivar convocados por Marcha Patriótica |
Al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, elegido por un millón de
bogotanos, el procurador, un representante del Opus Dei y uribista declarado,
lo destituyó porque quería sacar la mafia de las empresas encargadas de recoger
la basura en la capital. Así de fácil.
¿Qué tipo de mensaje se traslada a La Habana, donde precisamente
se está hablando de las garantías para participar en política? ¿Cuántos votaron
al Congreso? Solo un 27% de la población. El padrón electoral es viejo; hasta
los muertos votan. Esa es la democracia en Colombia.