Este relato y otro aniversario de un paro obrero, contado
por el amigo y colega Roberto Romero es algo excepcional. El periodista y ex
jefe de la redacción del semanario VOZ ilustra en su texto la combatividad de
una clase obrera colombiana que pasó por encima de los líderes burócratas y
traidores sindicales ese 18 de enero de 1963. Es un nuevo capítulo a la heroica
historia del movimiento popular colombiano. (Dick E.)
Colombia y la lucha
de clases: Aquel 18 de enero de 1963
Por Roberto
Romero Ospina
Ese día, hace 54 años, tuvieron lugar en Colombia
intensas jornadas por el alza general de salarios que incluyeron huelgas en
diferentes ciudades. En Bogotá fueron asesinadas varias personas, entre ellas
un primo de Alfonso López Michelsen. Preludio de la masacre obrera de Santa Bárbara
Enero comenzó
a caldearse muy pronto. Pocos, muy pocos días después de los festejo de año
nuevo, todo el movimiento sindical comenzó una frenética actividad contra la
carestía de la vida y por alza general de salarios.
El país vivía
el desenfreno de una devaluación que golpeaba sin piedad la canasta familiar
cuando aun no completaba seis meses el segundo gobierno del Frente Nacional,
que le correspondió por la alternación, al conservador Guillermo León Valencia.
De manera que
los llamados a la movilización nacional de las centrales CTC y UTC, sumados a
los sectores independientes de los trabajadores, aglutinados en el CUASS Comité
de Unidad de Acción y Solidaridad Sindical, que reunía numerosas organizaciones
expulsadas de la CTC, pronto recibieron respuesta de la población.
Las exigencias obreras
Los
trabajadores exigían un alza salarial de 250 pesos para los sueldos de 300
pesos, que era el mínimo, mientras el gobierno y los sectores oficialistas del
Congreso, donde se debatía el proyecto de ley que incrementaría las mesadas, no
se movían de los 150 pesos.
Todas las
confederaciones regionales de los trabajadores acordaron impulsar
manifestaciones en las capitales para el 18 de enero. En algunos departamentos,
incluso, se convocaron paros laborales previos que tuvieron especial efecto en
el Valle y también como medida de protesta por el alza en las tarifas de los
buses.
En Bogotá, la
protesta se tradujo en una Plaza de Bolívar colmada totalmente como lo señaló
El Tiempo. Es decir más de 50.000 personas reunidas en una capital que solo
contaba con dos millones de habitantes, lo que demostraba la fuerza del
movimiento.
La fuerte
oposición política, encabezada por el progresista Movimiento Revolucionario
Liberal MRL, opuesto al Frente Nacional, el partido comunista y otros sectores
de izquierda, se sumó a la convocatoria.
El MRL
contaba con 33 de los 145 Representantes a Cámara y mantenía, en lo regional,
algunas alianzas con el partido comunista. Incluso, el veterano líder agrario
comunista, del Sumapaz, Juan de la Cruz Varela, fue elegido a la Cámara de
Representantes por Cundinamarca como suplente de Alfonso López Michelsen,
director del MRL y ex candidato presidencial en 1962.
Flamea la bandera de CTC en medio de una jauría de
pastores alemanes
Una vez hubo
comenzado el acto, (al que fueron invitados a la tribuna varios dirigentes del
MRL) “la impopularidad personal de algunos de los oradores que pronunciaban
palabras descomedidas contra el Congreso de la República y agresivas contra
parte de los manifestantes, la reunión degeneró en zambra con la quema de la
bandera de la CTC”, indicó en una declaración sobre los hechos, López
Michelsen.
Lo que
indignó a los manifestantes fueron las palabras de elogio al gobierno de León
Valencia pronunciadas por el presidente de la CTC, José Raquel Mercado y a
quien a nombre del movimiento obrero se le rendía lealtad.
Entonces
varios enardecidos arrebataron el pabellón de esta central prendiéndole fuego
en medio de una trifulca con sus seguidores. La Policía, que rodeaba la Plaza,
intervino de inmediato, interesada ante todo el disolver la gigantesca
demostración de repudio a las medidas económicas del régimen.
Primero
colocaron las concertinas de alambre de púas en las salidas de la Plaza y luego
se abalanzaron con cuarenta pastores alemanas sobre los manifestantes
blandiendo porras y bastones. La Policía había importado de Alemania 160 de
estos mastines para disolver, de la manera más encarnizada, cualquier protesta.
Y ese día fue el bautizo ciudadano de la jauría germana.
En pocos
minutos el caos se apoderó del centro de la capital dando lugar a varios
mítines en las arterias principales.
Y vendrían los disparos
Pero no
demorarían los disparos. Un tiro mató en el acto al dirigente del MRL, Ernesto
Michelsen Uribe, primo de Alfonso López Michelsen y su concuñado. Cayó en la
esquina de la carrera 8 con calle 8, huyendo, como miles, de la violencia
policial.
“Ernesto era
uno de los manifestantes del MRL y no como se ha dicho, un transeúnte ajeno a
la lucha política”, enfatizó López, quien en la misma declaración habló de
varios muertos en la refriega. Su crimen quedó en la impunidad.
La prensa dio
cuenta de más de un centenar de heridos y cerca de 200 detenidos. Por lo menos
una veintena de buses y carros particulares fueron quemados así como decenas de
comercios destrozados en el lance de aquel 18 de enero, que duró varias horas y
calificado en un titular a todo lo ancho de la primera página de El Tiempo,
como un “intento de motín”.
Muy temprano
el 19, con las calles aun humeantes del centro de Bogotá, los matutinos no solo
daban cuenta a su manera de los acontecimientos sino que publicaban en primera
página las declaraciones de las centrales CTC y UTC.
La primera,
lesionada por la quema de su bandera, anunciaba a través de su presidente, José
Raquel Mercado, después de condenar los “disturbios ocasionados por la
subversión”, que no perdonarían “este crimen” añadiendo que “no estaremos
tranquilos hasta que no hayamos extirpado del panorama colombiano el peligrosos
cáncer político que es el comunismo”.
Por su parte,
la UTC, a través de su máximo dirigente, Antonio Díaz, manifestaba que había
“quedado demostrada la intención apátrida y antiobrera del partido comunista,
hábilmente incrustado en algunas organizaciones sindicales de la llamada zona
industrial de Bogotá”.
El CUASS entra en escena
Díaz se
refería al CUASS, que había ganado extraordinaria fuerza en la capital y varios
departamentos y que se convertiría en la Confederación Sindical de Trabajadores
CSTC en 1966, llegando a ser la segunda en importancia en el país. La CSTC fue
luego matriz de la CUT en 1986.
El gobierno
de Valencia terminó aprobando un alza de sueldos y salarios de 120 pesos, muy
lejos de las exigencias de los trabajadores de 250 pesos.
El año de
1963, que tuvo semejante comienzo, bien tempranero por cierto, de luchas por
los derechos civiles, marcaría duramente a la clase obrera colombiana: el 5 de
febrero, siendo Belisario Betancur ministro de Trabajo, fue brutalmente
reprimido el paro de los trabajadores de cementos El Cairo, en Santa Bárbara,
Antioquia.
Las tropas
del Ejército, acantonadas en la factoría desde el comienzo de la huelga,
atacaron a fusilería y bayoneta calada a los inermes operarios con un saldo de
12 muertos en una de las peores matanzas de huelguistas en Colombia. Más de un
centenar de heridos a bala quedaron tendidos en las afueras de la empresa.
Y los manes
de la vida. La CTC y la UTC terminaron en 1977 unidas férreamente con la CSTC,
más la CGT, en los preparativos de meses y en el paro cívico mismo del 14 de
septiembre que movilizó a millones de colombianos contra la carestía de la vida
y la devaluación galopante impulsadas por, quién lo creyera, Alfonso López
Michelsen, que ya como presidente había dejado bien atrás sus arrestos
solidarios con la clase obrera cuando estaba en la oposición en 1963.
Han pasado 54
años desde aquella jornada del 18 de enero que movilizó a todo el movimiento
obrero por alza general de salarios y derechos sindicales. Y desde entonces,
pasan de 3000 los dirigentes asesinados por ondear las mismas banderas, en el
peor holocausto laboral que haya sido testigo el mundo en este medio siglo.