Manuel Cepeda en la Universidad de Antioquia,
1993.
FOTO: DICK EMANUELSSON
9 de agosto de 1994: Recordamos la obra política de Manuel Cepeda, PCC
Hace 30
años el senador del Partido Comunista Colombiano y director del semanario VOZ, Manuel
Cepeda fue asesinado por emisarios del Terrorismo de Estado colombiano en un
ataque en pleno centro de Bogotá cuando se dirigía al Congreso Nacional d
Colombia. Pero Manuel fue mucho más que un político.
“Eran los
años 50´ y el papá de Manuel Cepeda Vargas reunió a la familia, en su
casa de Popayán, y les dijo:
– Les tengo una noticia: Manuel es comunista.
–¿Eso es malo? -le preguntó Stella, otra de sus hijas.
– No sé si es malo, pero es peligroso”.
ASÍ RELATÓ
LA PERIODISTA
María Paulina Ortiz en agosto de 2011 del diario El Tiempo en una columna en
memoria de Manuel Cepeda Vargas, 17 años después de la emboscada y asesinato de
Manuel y su guardaespalda el 9 de agosto de 1994. Era sin
exagerar el colombiano más amenazado. Ahora han pasado 30 años del asesinato y
pocas personalidades colombianas como Manuel son reconocidas en un día como
este.
PARA MÍ
COMO REPORTERO
político, Manuel se convirtió en un mentor político ya en 1983, cuando nos
reunimos por primera vez en la redacción de Voz Proletaria, el órgano central
del Partido Comunista Colombiano. Manuel había sido nombrado director por el
Comité Central del partido ya en 1970, y fue durante su época que Voz creció y
se convirtió en un semanario muy influyente para el partido con redacción y su
propia imprenta en la polvorienta zona industrial de Bogotá cerca de la Carrera
30 con la 9a.
Entender
el país quizás más complicado de América Latina no se hace en una tarde. Y
Manuel se convirtió para mí en una fuente política educativa cuando aterricé en
Colombia casi cada dos años.
En conversación con una periodista de los medios oficialistas. FOTO: D.E. |
Y
CLARO, SER COMUNISTA
en esta Colombia con un conflicto social y armado desde el 1964, un
movimiento campesino que había formado una autodefensa en el pequeño
corregimiento llamado Marquetalia y que recibió el enviado especial del comité central
del Partido Comunista, Jacobo Arenas, para ser un guía político unos meses
antes del ataque por parte de 16,000 unidades del ejército colombiano y su
aviación, Plan elaborado por parte de los asesores de Pentágono que ocupaba el
segundo piso en el Ministerio de Guerra en Bogotá, ese panorama político no
solo era complicado, era casi imposible para un extranjero de entender.
Y Manuel,
con su capacidad analítica y pedagogía explicó el panorama colombiano como
nadie. Me acuerdo que me impresionó su valentía y también muchos otros
comunistas desde la base hasta la dirección. Porque la consigna del Partido
Comunista Colombiano, “la combinación de todas las formas de lucha de masas”,
era un reto y confrontación directamente al Poder Oligárquico militarista y
asesina que no importaba de erradicar físicamente a todos sus enemigos que se
atrevían ponerse en el camino.
Pero
Manuel y los camaradas del Partido si se atrevían. Manuel nunca se echó para atrás
y yo nunca lo vi nervioso. De lo contrario.
VIAJÓ A
LA REGIÓN BANANERA de
Urabá masacrada en plena Guerra Sucia, donde, en las elecciones municipales de
1992 el Partido Comunista había ganado siete de las doce alcaldías en alianza
con la Unión Patriótica (UP). Pero tres alcaldes comunistas de las ciudades más
importantes (Apartadó, Turbo y Chigorodó) habían sido encarcelados, basándose
en testigos anónimos, y condenados a 50 años de prisión por testigos anónimos.
Más tarde resultarían ser agentes de la policía política secreta del DAS,
guiados por fiscales militares y jueces igualmente “anónimos” que juzgaron a
los tres alcaldes comunistas en juicios literalmente de carácter farsante,
simplemente porque eran comunistas. Si no se podía asesinar a los comunistas,
se les podía encarcelar. . “La Fiscalía sin Rostro” en la década 90´, llamada “Regional”, fue el
preludio de los “Falsos Positivos” y los procesos “Law Fare”.
Más de mil miembros destacados del partido en la región bananera de solo 256.000 habitantes serían asesinados durante la década de 1990. Y hasta allá viajó Manuel en 1993 y realizó una campaña electoral rodeada de sangre y muerte. Pero obtuvo los votos del pueblo bananero y combativo y fue elegido senador en el congreso del país.
SU
CAPACIDAD COMO AGITADOR lo vi y escuché cuando habló ante centenares de estudiantes una noche
en la Universidad de Antioquia, en Medellín, mientras se escuchaban disparos
afuera en los barrios populares.
O cuando
habló en el funeral de José Antequera, secretario general de la Juventud
Comunista (JUCO) y vicepresidente de la martirizada alianza de izquierda, la
Unión Patriótica (UP), asesinado el 3 de marzo de 1989.
La UP era
el fruto del proceso de paz (1984–1990) entre el gobierno conservador de
Belisario Betancourt y la guerrilla de las FARC, lideradas por el legendario “Tirofijo”,
Manuel Marulanda y Jacobo Arenas.
Pero el
Terrorismo de Estado y sus patronos de la oligarquía colombiana no permitieron
una tercera alternativa política en Colombia y comenzó la matancera que
acabaría con más de cinco mil muertos de los mejores cuadros de la UP, acabando
casi físicamente con la UP.
– Este
pueblo ha creado una guerrilla invencible y con valentía ha enfrentado el
terrorismo de Estado, se escuchaba la enorme y poderosa voz de Cepeda resonando
entre las tumbas y nichos en el cementerio central de Bogotá, recibida por
tormentosos aplausos de los dolientes que gritaban al unísono;
¡”NI UN MINUTO DE SILENCIO, TODA UNA VIDA DE
COMBATE”!
Ahí tomé la foto de Manuel, dando su discurso y homenaje delante del ataúd de Antequera, foto que el colega sueco de Voz Proletaria, Norrskensflamman, la Llama de Aurora Boreal, diario (de lunes-sábado) fundado 1904 por los mineros suecos del partido socialdemócrata en el norte del país, convertido en órgano regional del Partido Comunista de Suecia 1921 publicó en su portada en agosto de 1994 después que había sido asesinado también Manuel con el titular:
¡“SON
ASESINADOS, UNO TRAS OTRO”!, en referencia al asesinato de Manuel y la
situación que enfrentaban los comunistas colombianos.
SI LA IZQUIERDA
y el movimiento popular colombiano amaban a Manuel, tenía enemigos igualmente acérrimos en la oligarquía colombiana. Su crónica en VOZ; “Flecha en Blanco”, trataba cada semana temas sobre generales que tenían miles de vidas colombianas en su conciencia o por ser corruptos. Cuando el Estado no investigó y los enjuició a estos asesinos del pueblo, Manuel lo hizo en su columna.“Sus letras
en `Flecha en Blanco´ muchas veces dolían más a los generales y
oligarcas asesinos que las mismas balas guerrilleras”, resumía yo en una nota
sobre la muerte de Manuel y su valor político y el papel como director del semanario Voz.
Y los asesinos enviados para apagar la vida de Manuel, también resultaría tener sus tentáculos a un general de la Inteligencia Militar B2 (Batallones de Apoyo de Combate de Inteligencia Militar) en Bogotá que, con la ayuda de militares y paramilitares, extinguieron la vida de Manuel esa mañana del 9 de agosto de 1994.
EN EL
30º ANIVERSARIO de
su muerte, quisiera dedicarle estas sencillas palabras como homenaje a mi
mentor político, que me inyectó el espíritu revolucionario del “optimismo
histórico”, como Marx expresó la esencia más íntima de la lucha de clases.
Porque los principios nunca son negociables.
Dick Emanuelsson
Del semanario VOZ, edición 3232, 6
de agosto de 2024:
9 de agosto de 1994:
Manuel Cepeda Vargas, el periodista
Por Óscar Sotelo Ortiz @oscarsopos
Manuel Cepeda Vargas fue asesinado
el 9 de agosto de 1994. Tenía 64 años. Era senador de la República por el
Partido Comunista Colombiano, miembro del Consejo de redacción del semanario
VOZ y uno de los principales dirigentes por la solución política al conflicto
social y armado del país.
Por este magnicidio, y por el
genocidio político contra el Partido Comunista y la Unión Patriótica, el Estado
fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Corte IDH. En el
largo litigio internacional, fue fundamental la lucha en contra de la impunidad
emprendida por sus hijos María e Iván, sus familiares, organizaciones
defensoras de los derechos humanos y camaradas.
El libro Camino minado
(2011), de la periodista Maureén Maya Sierra, es la pieza periodística más
completa y rigurosa sobre la batalla jurídica y política del Caso 12.531 en la
Corte IDH, correspondiente al asesinato de Manuel Cepeda que, finalmente,
terminó con la contundente condena.
Sindicalista
Uno de los múltiples daños que dejó
el genocidio contra el Partido Comunista y la UP, fue despojar violentamente a
varias generaciones de compartir diferentes momentos de la vida con importantes
referentes políticos, ya sean jóvenes o con cierta veteranía, como fue Cepeda
Vargas.
En esa búsqueda por la memoria y la
justicia, sobre Manuel hay una notable ausencia de videos, audios o material
multimedia. En contraste, queda su inagotable obra como periodista, artista y
dirigente político, así como un importante material fotográfico de lo que fue
su vida militante.
Para conmemorar los veinte años del
magnicidio, VOZ publicó un perfil periodístico de Cepeda Vargas. Gracias a la
pluma de Alberto Acevedo, alumno del mártir y actual redactor internacional del
semanario comunista, cualquier persona puede encontrar los valores políticos
que inspiró Manuel al frente de VOZ Proletaria; sus principales
referentes como Julius Fučík, el periodista checoslovaco víctima del fascismo,
o John Reed, el estadounidense que dejó plasmado en sus crónicas la historia
viva de la revolución mexicana y bolchevique.
Además, Acevedo puntualiza un
aspecto desconocido, pero muy importante en momentos en los que se degrada
cotidianamente la práctica periodística. Se trata del trabajo al interior del
gremio que ejerció Manuel, junto con la recordada dirigente política Yira
Castro.
El fortalecimiento del Círculo de
Periodistas de Bogotá, la Federación Colombiana de Periodistas y Trabajadores
de la Prensa, Fedeprensa, del Colegio Nacional de Periodistas, entre otras
iniciativas que hoy han perdido fortaleza o que no existen, es el legado de
Cepeda Vargas a las organizaciones de trabajadoras y trabajadores que ejercen
el trabajo de informar.
Director
Para las personas que no lo
conocimos, nos queda el vasto archivo para investigar. Y no es difícil inferir
que Manuel era versátil, comprometido y vertical. Un genuino periodista
comunista. Reportero, cronista, caricaturista y uno de los principales editorialistas,
al tiempo que agudo columnista con su espacio de opinión Flecha en el blanco.
En abril de 1970, el Comité
Ejecutivo Central del Partido Comunista designó a Manuel Cepeda Vargas como
director de VOZ Proletaria, cargo que dejó de ocupar en diciembre de
1988. Antes de esta dignidad, ya había publicado Vencerás Marquetalia,
poemario dedicado a la resistencia campesina.
En las casi tres décadas en las que
estuvo al frente del semanario comunista, Manuel tuvo que sortear difíciles
coyunturas del orden internacional, nacional y local. Destacamos algunos
artículos.
En 1971, frente a la visita a
Colombia de Salvador Allende, presidente de Chile por la Unidad Popular, Manuel
escribió la crónica Colombia saludó al pueblo revolucionario de Chile,
en la que narra el minuto a minuto del mandatario en el país. La virtud de este
material es que al leerlo cualquier persona puede trasladarse automáticamente
al momento.
Cuando estalló el paro cívico del
14 de septiembre de 1977, Manuel Cepeda desplegó toda la artillería
periodística de VOZ para cubrir la movilización popular. Con el titular Colosal
el paro, el semanario se dio a la tarea de informar desde diferentes
lugares del país lo que fue el estallido social más importante del siglo XX.
Además, y con su seudónimo Antonio,
Cepeda dejó en evidencia también su rol como analista: “El paro ha permitido,
entonces, ubicar a cada quién según sus intereses materiales. Por eso mismo se
ha convertido en una gran escuela política, cuyas lecciones hay que estudiar a
fondo.
Especialmente porque las mayorías
ciudadanas demostraron un grado sumamente interesante de autonomía y de toma de
consciencia”.
Trabajo pendiente
El 11 de noviembre de 1988, en
Segovia, Antioquia, un grupo paramilitar denominado “Muerte a Revolucionarios
del Nordeste”, dirigidos por Fidel Castaño, irrumpieron en el municipio y
asesinaron a 46 personas. La sediciosa acción tenía el objetivo de castigar a
la población que, recientemente, había votado mayoritariamente por la Unión
Patriótica.
Consumados los hechos, a este
pueblo llegó Manuel y con cámara en mano dejó registrado la ofensiva de la
extrema derecha en la crónica Castigo para los que enlutaron a Segovia. Su pluma es más que elocuente de lo que
fueron los días después de la ‘noche de los ríos de sangre’: “Entrar en Segovia
es ver el caudal que manó púrpura de las venas de los trabajadores. Ya el hilo
sanguinario se ha tomado negro y ha perdido su esplendor rojo. Pero la sangre
derramada sigue mirándonos y exigiéndonos resistencia y combate para castigar a
los asesinos y vencer al fascismo”.
Como el material es abundante, es
difícil honrar en mil palabras la totalidad de la obra periodística de Manuel
Cepeda Vargas. Es un trabajo editorial que sigue pendiente. Sin embargo,
terminamos con el final de la última columna Flecha en el blanco,
encontrada por Iván aquel fatídico 9 de agosto, hace treinta años: “Felices los
de arriba. Y desdichados los de abajo. Se levanta el telón ahora sobre el
gobierno de Samper.
Ya no está Leo para ayudarnos, para
aportar su risa (no morbosa ni maligna) universal en la multitud de actos que
vienen. Risa leonina, que bajo tierra parece decirnos: –no de-jen, compañeros,
de alistar un acto de teatro, una canción, una pintura que digan que Colombia
vive y sueña”.