No dejemos que la infamia mate la dignidad:
Carta a nuestro hermano Jesús Santrich
Por Dax Toscano Segovia
Fue en el año 2009 que te conocí personalmente.
Recuerdo con claridad nuestro encuentro en el campamento guerrillero. Tú
estabas con una chompa impermeable, de color negro. Para ese entonces, ya usabas
un bastón de madera y tu bigote presentaba algunas canas. Nunca me imaginé que
te estabas quedando ciego. Te confieso que fue algo que me dolió mucho. No sé
si recuerdes que te indague sobre aquello, con la esperanza que me digas que
había una solución a tu problema de la visión.
Mi paso fugaz
por tu morada guerrillera fue uno de los momentos más felices que he vivido. Hay
muchas cosas que recordar, pero, en este momento crucial por el que estamos
pasando, mi memoria pone énfasis en la conversación que tuvimos en tu caleta,
ya avanzada la noche, a la vez que, alumbrados por una linterna, yo leía las
poesías de tu autoría que las tenías impresas en unos pequeños papeles. Aún
conservo la que me obsequiaste y que desde el día que me la diste, la he
llevado siempre conmigo dentro mi cartera.
Hoy, las
palabras contenidas en esa poesía titulada “Oración del Guerrillero” son tan
vitales para tener las fuerzas necesarias que nos permita enfrentar la infamia
urdida por órdenes de EEUU y ejecutada por el Fiscal, Néstor Humberto Martínez,
un asiduo enemigo de la paz:
Ángel nuestro
guerrillero
Manuel de la
resistencia
No retires tu presencia
De mi rumbo
justiciero
Protégeme con
tu acero
Y tu adarga,
Comandante,
Que tu fuego
más radiante
Y tu amor
bolivariano
Me conduzcan de
la mano
Marchando
siempre adelante.
Ángel nuestro
comunero,
Señor de la
rebelión
Guárdame en tu
corazón.
Y líbrame
compañero
Del odio del
enemigo
Entregándome al
abrigo
De tu fuerza en
la batalla
Y la fe que
nunca falla
Si siento que
estás conmigo.
Aquel encuentro
marco mucho mi vida. Me queda como recuerdo tu sonrisa, tu fino humor y tus
profundos conocimientos para explicar las cosas. Me trataste como un hermano al
que conocías de hace mucho tiempo y, desde ese momento, te convertiste
precisamente en eso para mí.
Tropas guerrilleras y cinturón de seguridad del Frente de Santrich en la selva en el norte de Colombia que no lo abandonarán en este momento delicado y dificil. FOTO: MIRIAM EMANUELSSON. |
En el año 2012
nos volvimos a encontrar, justo en los primeros días en que iniciaban los
diálogos de paz en La Habana. Nos encontramos en “El Laguito”. Tú estabas con
una camisa beige. Ya usabas gafas oscuras. Nos dimos un abrazo fuerte. Viéndote
ciego, lloré mientras te abrazaba.
Fue muy lindo
compartir una vez más contigo, Jesús Santrich.
¿Recuerdas que
te hice una entrevista que se publicó en diversas páginas en la Internet, en la
cual conversamos sobre muchos temas?
A las cuatro de
la mañana me despertaste y me dijiste que era el momento preciso para hacerla.
Ante tantas ocupaciones tuyas, yo había pensado que ya no se iba a poder
realizarla. Me quedé dormido en tu cuarto, esperando tu llegada. Cuando lo
hiciste, ya muy tarde en la noche, me dijiste que al otro día lo haríamos. Y
así fue, tempranito. Tú, como se aprecia en el trabajo realizado, cargado de
afecto bolivariano, alegre como siempre te conocí y claro en tus
planteamientos.
Recuerdo que
junto a Iván y Maritza nos quedamos conversando un día hasta la madrugada,
escuchando música y tomando unos traguitos. Fue ahí que ustedes me obsequiaron
el disco “Nuestros Héroes”, interpretado por Ruben Vargas, El Pollo de Falcón,
con letras creadas por ti y por Iván. Toda una cátedra de historia de nuestra
Patria Americana contada a través del canto revolucionario.
Volví a la
Habana, en un nuevo viaje, en esa ocasión con mi padre y mi hijo Fidel. Compartimos
momentos especiales en El Laguito. Ustedes tuvieron muchas atenciones con
nosotros y fueron generosos. Fidel Camilo te obsequio un dibujo que tú lo
conservabas en tu habitación. Mi padre y mi hijo siempre recuerdan aquellos
momentos de alegría y de conversaciones agradables. Tocaste el saxo, la flauta
y la armónica. Conservo unas hermosas fotografías de esos momentos, querido
hermano.
“Mamador de
gallo”, también eres. Me hiciste reír cuando a un mesero, en un restaurante
cerca del lugar de la casa de paz, le consultaste si tenía carne de elefante y
él, con mucha inteligencia e ingeniosidad, te respondió que se le había
acabado.
En 2016 una vez
más te vi en Cuba. Estuviste esperándome en el aeropuerto. En esa ocasión
conversamos sobre los acuerdos y tú ya advertías algunas dificultades, aunque
siempre manifestaste tus dudas sobre la voluntad del gobierno de construir la
paz.
Tu espíritu combativo
jamás decayó. Tu fortaleza física y moral eran cada vez mayores. Hasta una bicicleta
doble manejabas y hacías permanentemente tus ejercicios. Nunca dejaste de
cumplir tus tareas y trabajaste incansablemente por la paz. En ocasiones casi
que ni dormías.
En otro
encuentro en La Habana, ya no conmigo, compartiste con mis padres quienes
siempre tienen en su memoria la imagen tuya como la de un hombre generoso, gran
conversador y afectuoso. Ellos también sufren en este momento en que la
ignominia quiere imponerse sobre la decencia.
Firmados los
acuerdos, ustedes finalmente regresaron a Colombia. En varias ocasiones te vi
en la televisión. En Bogotá apareciste en los medios de comunicación, en algunas
entrevistas con periodistas que lanzaban sus dardos venenosos contra ti. Les
diste duro. Tu ironía es un arma de combate contundente.
Ante los
incumplimientos del gobierno decidiste iniciar una huelga de hambre. Para ti no
pediste nada, pediste para los compañeros presos en las cloacas del sistema
carcelario colombiano. Exigiste con energía que su situación se resuelva y
fuiste el más firme defensor de sus derechos y el que con más claridad veía las
patrañas del régimen para cumplirle a la paz.
No faltaron los
ataques del establishment y, lamentablemente, también desde dentro de la
organización cuando uno de sus integrantes publicó un despreciable escrito
contra tu persona, el mismo que hoy, una vez más, vuelve a exponer su miseria
humana, su envidia y desconfianza hacia ti.
Te visité con
mi hijo en Bogotá. Estabas recuperándote de la huelga de hambre. Comimos unas
papas, chicharrones y pollo en tu habitación. Tú, con mucho cuidado, por lo delicado
de tu estado, picabas un poquito de todo. Tocaste la guitarra y nos enseñaste
unas pinturas que estabas haciendo. Hablamos un poco de cine. Me obsequiaste
unos ejemplares de tu libro “Una prosa de amor para ella” dedicados a mí, a mi
padre y a mi compañera. Fidel y yo observamos una vez más tu calidad humana,
cuando a una compañera joven, que estaba embarazada, tú le habías comprado unos
utensilios necesarios para el futuro bebé. Vimos como la abrazaste y le diste
tu afecto. Ese cariño sentimos, una vez más, con mi hijo en ese encuentro en el
que nos deleitamos con tu cuadro de “Cheplin”.
Así eres tú,
hermano querido.
La noticia de
tu arresto nos impactó, mucho más ante la posibilidad de que te extraditen.
Todo esto forma parte de la nueva escalada represiva policial y judicial en la
que interviene en primer lugar el gobierno de EEUU, sus agencias de espionaje
como la CIA y, en segundo lugar, los aparatos judiciales que han sido secuestrados
por las oligarquías vendepatrias, serviles al imperialismo en América Latina.
Un montaje
judicial orquestado contra tu persona por uno de los principales cárteles de la
droga en el mundo, la DEA, en complicidad con el servil fiscal Humberto Martínez,
acusándote de conspirar para traficar droga. ¡Canallas, miserables!
Quieren
encerrarte como lo hicieron con Simón Trinidad. Él demostró ante la injusticia
estadounidense, su inocencia. Pese a ello lo mantienen encerrado, bajo
condiciones inhumanas. No lo han doblegado, es verdad. Pero el imperialismo se
ha ensañado contra él, demostrando su condición brutal.
Como dice tu
hermano del alma, Iván Márquez: “sabemos de tu firme terquedad”, sobre todo
cuando se trata de defender tu dignidad. Es una cuestión de principios, ligada
a tu ética y moral revolucionaria.
Sé lo que
implican tus palabras: “Es mi última batalla”, nos has dicho.
Me invade mucha
tristeza, dolor y angustia. No quisiera conocer una noticia fatal. Me resisto a
pensar que tú, querido hermano, ofrendes tu vida para evitar se concrete la
infamia de tu extradición.
Sé que luchas,
ante todo, por los compañeros detenidos y porque el Estado colombiano y el
gobierno de Juan Manuel Santos, cumplan con los acuerdos de paz.
Sé que tus
abogados y el partido de las FARC, con sus mejores hombres y mujeres no te
dejarán solo. Sé que lucharán para desenmascarar el montaje judicial. Tengo la
esperanza bolivariana de que lo lograrán a tiempo.
Hasta entonces
hermano, no te dejes morir, resiste, vive que te necesitamos. Eres de los
imprescindibles de Bertolt Brecht.
Acá siempre
estaremos contigo, para caminar juntos por los caminos que nos enseñó Simón
Bolívar, Manuel Marulanda, el Mono Jojoy, Alfonso Cano entre otros grandes
revolucionarios farianos.
Me despido con
las palabras escritas por Julius Fucik, tan justas en este momento en que has
tomado una determinación tan dura de asimilar:
“Hemos vivido para la alegría. Por
la alegría hemos ido al combate y por ella morimos. Que la tristeza jamás vaya
unida a nuestro nombre”.
“También mi juego se aproxima a su
fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en
la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Hombres: os he amado. ¡Estad
alerta!”.
Con profundo
amor, tus hermanos Dax y Fidel.
Quito, 17 de abril de 2018