lunes, 5 de septiembre de 2016

Así fue el acuerdo de paz con M-19 como relata la ex combatiente María Eugenia Vásquez



Así fue el acuerdo de paz con M-19 como relata la ex combatiente María Eugenia Vásquez [1-2]

Ante la próxima firma de Paz FARC-GOBIERNO habla la ex guerrillera del M-19 MARÍA EUGENIA VÁSQUEZ PERDOMO sobre las experiencias del M-19 y su acuerdo de paz hace 26 años

Por Dick Emanuelsson, Resumen Latinoamericano

“Posterior a los acuerdos vendrá un tiempo muy difícil, pero necesitamos los acuerdos”, dice María Eugenia Vásquez, una de las primeras militantes del M-19.

En esta primera entrega cuenta sobre su ingreso al M-19, el robo de la Espada de Bolívar, la “recuperación” de 5000 fusiles del Ejército y la toma de la embajada de la República Dominicana en Bogotá. Veinte años de vida revolucionaria relatados en dos horas.


TEGUCIGALPA-BOGOTÁ / María Eugenia Vásquez Perdomo, nacida en Cali, Colombia en 1951, llegó a Bogotá a principio de la década de los 70´ y se contagió, como miles de jóvenes estudiantes, de la agitación política en la Universidad Nacional. Comenzó a trabajar en distintos grupos hasta que entró en la lucha semiclandestina de lo que en 1974 sería la insurgencia del M-19. Actuó en los frentes de masa hasta ingresar a la guerrilla. Fue una de las primeras militantes de esa agrupación insurgente y conoció y luchó junto con los más emblemáticos comandantes del “M”.

Fue miliciana en la lucha urbana y guerrillera en el campo. Estuvo en el rescate de la espada de Simón Bolívar y en la “recuperación” de cinco mil (5000) fusiles del Ejército Nacional. No faltó tampoco en la toma de la embajada de la Republicada Dominicana en Bogotá en 1980, una toma que duró 61 días. Se preparó militarmente en Cuba y regresó, junto con un centenar de compañeros, para abrir un nuevo frente de guerra en la densa selva en el sur de Colombia. Durante casi 20 años María Eugenia fue una Revolucionaria Profesional, las 24 horas del día.

”Escrito para no morir”

De casualidad encontré hace unos meses en una caja el libro ”Escrito para no morir”. Lo había comprado en Bogotá unas semanas antes de tener que empacar las maletas rápidamente por la acumulación de amenazas de muerte que sufrí el último año (2005) de mis cinco cumplidos como corresponsal en Colombia, amenazas que en febrero de 2009 serían confirmadas como origen del DAS-G3. Y me puse a leer detenidamente las 400 páginas. Me impactó el contenido escrito por una mujer que mantiene el espíritu de vida y de lucha de crear esa Nueva Colombia que todos los insurgentes, ex y actuales, sueñan crear, a pesar de mucho esfuerzo y dolor humano.

El contenido topa con la situación actual, con la terminación de las negociaciones entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos. Hace 26 años, también el M-19 firmó su Acuerdo Final por la Paz. El libro despertó la ansiedad de conocer y entrevistar a María Eugenia para saber con qué problemas y fenómenos chocaron los ex combatientes del M-19 en su reinserción a la vida civil en esos años ¿Cómo podrán servir sus experiencias a los guerrilleros de las Farc, sobre todo los guerrilleros rasos y más aún, las mujeres insurgentes, cuando ahora entrarán a una nueva “trocha” de la vida? ¿Cómo canalizar medio siglo de lucha y experiencia en la organización de un nuevo movimiento político?

Sobre esto charlamos en dos oportunidades en el mes de julio.

* * *

– Jaime Bateman todavía no había sido expulsado de las Farc. Se podría decir que mi primera militancia fue el abrigo da la naciente idea de Bateman desde las Farc de armar una guerrilla urbana al estilo de lo que se movía en América Latina en esos años, 1970-71. El M-19 surge como M-19 en el 1974 a partir del robo de la espada de Bolívar, comienza su largo relato, resumiendo en dos entrevistas 20 años de una vida llena de sucesos políticos pero sobre todo, experiencias humanas, comienza su relato María Eugenia.

Jaime Bateman entrevistado en la montaña de Colombia.



¿"Que es la Paz"? Habla Jaime Bateman 


– Considero que para mí fue una suerte de participar en algunas acciones en las que dieron nombre al M-19. Entre las más importantes en donde estuve fue el robo de la espada de Bolívar, “recuperación”, la llamamos entonces en ese tiempo y la toma de la embajada de la República Dominicana. Aquella acción fue una experiencia maravillosa en torno a la posibilidad de que la insurgencia negociara de igual a igual con el gobierno de turno y que lograra unos acuerdos en los que ninguna de las partes era sometida o que perdía. El mismo presidente de la época de las negociaciones decía que “en estas negociaciones ganamos las dos partes”. Creo que lo mismo está sucediendo ahora. Pero para responder los motivos para escribir el libro quiero decir lo siguiente:


La prueba; la espada de Bolivar en manos del M-19.



– Mi decisión de abandonar el grupo armado fue una decisión personal por fuera de los acuerdos que llegarían un año después (1990). En esa decisión de regresar al país, a pesar de los riesgos que significaban, porque yo todavía era clandestina, me encontré que yo todavía tenía conmigo una historia de los inicios del M-19 y de sus líderes que ya habían sido asesinados o habían perdido la vida en combates en su mayoría, una historia que la gente joven no conocía, y yo no podía morir con ella. Fue entonces cuando tuve la idea que tengo que contar la historia del M-19.

– También había una necesidad personal. Yo tenía que normalizar mi vida civil y cómo iba a vivir tras esa decisión de dejar el grupo armado y mi carrera de antropóloga la había cursado completamente mientras militaba pero no me había graduado. Pensé hacer una reflexión sobre lo que había sido mi militancia. Emprendí lo que iba a ser mi tesis de grado. Posteriormente cuando presenté mi tesis al jurado y fui aprobada como tesis meritoria algunos de mis profesores y amigos que habían estado en mi presentación de las tesis me dijeron que “hay un concurso del Ministerio de Cultura ¿por qué no te presentas el libro?” Presenté el libro y para sorpresa mía gané el premio “Testimonio año 1998”. En ese año me gradué como antropóloga con esa tesis y me gané el premio “Testimonio” y por eso se publicó el libro.

– Pero fue un libro escrito más como una reflexión para mí misma y para mi gente. Fue un viaje a través de mi propia historia para organizar de alguna manera este cambio de vida y hacerlo sin renegar de mi pasado, valorando todo eso que fue mi experiencia y enrumbándome en el mismo sentido. Yo pienso que me permití de dar una continuidad de las ideas de cambio. El propósito que me llevó de hacer parte de un grupo armado alzado en armas, que era para transformar la sociedad en la que vivía sigue siendo la premisa de mi vida, ahora como activista de paz, como buscando de nuevo las transformaciones sociales que están por hacerse.



La Universidad Nacional y el ingreso al M-19

Lo que impresiona el libro es la franqueza de tus posiciones en diferentes temas, los sueños de cambiar la sociedad o el amor vivido. En mis reportajes y entrevistas en territorios guerrilleros de las Farc no he encontrado esa honestidad o franqueza de hablar tan personal (con excepción de Lucero Palmera). El factor de la misma guerra impide muchas veces esa sinceridad.

– En el libro expongo mis tripas, mis emociones, reflexiones interiores. Porque ese libro no fue escrito para publicarse sino para mi gente que estaba interesada en conocer un poco de una mujer común y corriente que había llegado a la decisión de asumir las armas y desmitificar la militancia armada. Por eso la reflexión llegó a ser tan sincera.

¿De carne y hueso y con sentimientos como cualquiera?

– Creo que es el objetivo del libro. No somos héroes o heroínas, fuimos gente que tomamos una decisión y sigo esperando que el pueblo este en el poder a través como sea, digamos de todas las reglas del juego democrático, que es bastante imperfecto, pero sigo esperando y creyendo que es el pueblo que tiene que estar en el poder, por lo menos el mandato popular tiene que estar en el poder.

La Universidad Nacional y la bandera del "M". Foto: smithsharonlynn.


Surge M-19 y trabaja por la Unidad Guerrillera

Hablamos un poco desde el principio de tus primeros pasos en la lucha política, que fueron en la Universidad Nacional. Parecía un mundo totalmente diferente al del obrero, con peleas más entre los diferentes grupos de la izquierda colombiana que contra al mismo estado, a pesar de las repetidas confrontaciones con la policía.

– Es todo una época. La universidad pública era un reflejo del país y el país también obedecía todas las corrientes latinoamericanas que se movían. Fue una época para mi maravillosa de surgimientos y crecimientos y popularidad de insurgencias en América Latina.

– En la “U” se vivía todas las cosas al mismo tiempo. Colombia ha sido una sociedad fraccionada y sectaria con las guerras liberal-conservadoras. Cada vez que se quiere abrir un espacio político, hay una guerra, más o menos. Hoy en día, de nuevo somos un país muy polarizado. En la Universidad se veía sectarismo de izquierda. El M-19 surge precisamente en los años 70´ con una primera premisa que es la Unidad Guerrillera. Se intentaba entonces la idea de Jaime Bateman, aun cuando se hacía parte de las Farc, de lograr una guerrilla urbana que promoviera la Unidad Guerrillera.

– En esos tiempos estaban las Farc, EPL y ELN. Se promovía la unidad guerrillera y así nacimos, y nacimos incluso antes de ser M-19 y nos llamamos Comuneros. Nuestro objetivo fundamental era la unidad guerrillera. Nos decíamos antisectarios, antioligárquicos y antiimperialistas. Esos eran los puntos que animaban a nuestra lucha a principio de los 70´.

– La universidad pública en ese entonces es otra cosa (que de hoy) aunque hay sectores que siguen promoviendo la función social de la universidad pública.

Hay una apatía aprovechada por la derecha hoy en las universidades. . .

– Hay una derecha que se está tomando las universidades públicas. Y hay una derecha en los gobiernos que está tratando de asfixiar a la universidad pública por falta de recursos. No solo sucede aquí, sino en otros países de América Latina. ¿Cómo defender la universidad pública en su función social?

El profesor universitario Miguel Ángel Beltrán resistió los "Falsos Positivos Judiciales" y con la solidaridad nacional e internacional venció al Estado corrupto.

– En estos momentos hemos tenido sucesos muy decientes, por ejemplo la Facultad de Ciencias Humanas hizo un reconocimiento académico a Miguel Ángel Beltrán, un profesor universitario que ha sido acusado de ser parte de las Farc. Ha venido una andanada de la derecha universitaria, diciendo que es imposible que la universidad reconozca a un hombre que esta entre-dichos, porque ni siquiera se ha dado un fallo condenatorio total del proceso de Miguel Ángel Beltrán (la entrevista se hizo antes la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que ordenó su inmediata liberación). Eso muestra los avances de la derecha también en la Universidad. Los hubo siempre, pero creo que ahora es innegable el avance de la derecha en el país.


Embarazada en medio de la clandestinidad

De la Universidad Nacional pasaste al trabajo semiclandestino y urbano del M-19. En el libro son notorias las relaciones entre mujer y hombre. Y quedaste embarazada. ¿Qué pensaste de ese hecho en relación al trabajo político-militar?

– Lo que yo describo en el libro es realmente como se fue viviendo la vida y como los roles tan tradicionales, a pesar de ser nosotras mujeres que queríamos cambiar el mundo, todavía se reflejaba en nuestras vidas cotidianas esos roles tradicionales. Yo cuento en el libro como planchaba y limpiaba pañales en la casa, cocinando sin querer dejar mi militancia política. Creo que la luz, que no se ha apagado nunca, fue mi causa política. Yo creo que no solo para abordar una cotidianidad que me mandaba a la cocina y las tareas domésticas exclusivamente, y una relación de pareja, que también era desigual en ese momento, a pesar de ser entre compañeros, y posteriormente, otras inequidades en la vida política, yo creo que lo que me permitió fue el mantener la causa como lo fundamental, ese objetivo de transformación.

– La utopía fue lo que me sostuvo para abordar esas pequeñas y grandes realidades. La muerte de mi hijo mayor fue un gran golpe que no hubiera podido resistir si no hubiera mantenido mi fe en que todavía hay transformaciones por hacer.



– Hace poco, en un conversatorio con otras mujeres que habían escrito sobre la guerra en la Feria del Libro, me cuestionaban porque siendo madre había permanecido en las filas insurgentes. Yo le decía, que antes que madre yo había sido mujer y había tomaba decisiones políticas. Si esas decisiones políticas habían afectado a nuestros hijos, yo lo sentía mucho, y era el momento de poder decirles a los hijos, ¡“Oye, tratemos de entender los dos esas decisiones”! Pero eran decisiones que yo había tomado de manera autónoma y que me habían sostenido y me sostienen a lo largo de mi vida. Ese eje permitió vivir cosas difíciles y mantenerme en la lucha de tantos años sin perder la posibilidad de soñar. Todavía, a pesar de todo, seguimos soñando en que los cambios vienen y son posibles. Hay que pelearlos.

– Este acuerdo con las Farc no significan un cambio inmediato de nuestras transformaciones total ahora, son solamente un marco para las luchas sociales que nos tocará seguir desarrollando.



La toma de la embajada dominicana en Bogotá



Después de diez años de trabajo clandestino en el M-19 fuiste seleccionada para participar en la toma de la embajada dominicana en Bogotá, acción dirigida por el “Comandante Uno”. El motivo era la liberación de los 300 presos de M-19. No lo consiguieron, pero igual se concluye que fue un avance político. ¿Cómo fueron los dos meses en la embajada y como era la situación social y política en el país ese año para una decisión tan drástica como tomar una embajada llena de muchos embajadores de diferentes países ese día?

– La cantidad de presos y las torturas a las que sometieron a la gente en detenciones masivas (era impresionante). No era solo gente del M-19, porque ahí estaban presos políticos de todas las corrientes.

Se ve los ojos de la Chiqui, Carmenza Cardona Londoño. En la silla el Nuncio Apostólico Monseñor Angelo Acerbi sentado en primer plano, un poco atrás, el Embajador de Guatemala, Aquiles Pinto Flores. En la Embajada de la República Dominicana se celebraba un cocktail con varios embajadores, entre ellos él de Estadosu Unidos. 61 días duró la toma.


Sobre todo después del Paro Nacional en octubre de 1977, reprimida en forma sangrienta por el Ejército y la Policía bajo las órdenes del presidente Alfonso López Michelsen . . .

– Las luchas populares habían sido bastante fuerte en esa época a final de los 70´. Y para los años 80´, una acción como fue el robo de las armas del Cantón Norte, 5000 fusiles, había retado al Ejército Nacional y de manera muy fuerte. Eran fusiles no solo para nosotros, sino pensábamos también para la lucha nicaragüense (sandinista) en ese momento. Esa cantidad de prisioneros políticos y las torturas de la época, llevaron a que los movimientos de derechos humanos también se fortalecieron muchísimo. Nosotros pensamos en esa acción de la toma de la embajada de la República Dominicana como una manera de mostrar al mundo la situación de los presos políticos, pensábamos en el rescate de esos prisioneros/as políticos/as y la denuncia de las torturas en ese momento. La verdad es que habíamos pensado que esa toma podía durar 8-10 días porque era previa de las elecciones, elecciones se polarizan muchísimo. Dijimos “como el gobierno está al frente de las elecciones tiene que resolver rápidamente una toma de rehenes diplomáticos.

La militarizada policía toma
posición al frente de la embajada.
– Pero no fue así. Pasaron los diez días. Se hicieron las elecciones y nosotros nos duramos 61 días en la toma. ¿Qué pasó ahí? Yo considero que es una de las experiencias de más valor. ¿Por qué? Porque nos relacionamos con los rehenes de una manera tan estrecha en que algunos lo llaman “el Síndrome de Estocolmo”, pero las dos partes, los rehenes y la guerrilla se solidarizaron ante un evento de posibles ataques externos. Logramos coordinar con ellos y trabajar en comisiones y trabajar mancomunadamente por lograr una negociación que no fuera sangrienta. Nosotros teníamos claro que teníamos evitar una solución sangrienta. Los 61 días fueron de una cotidianidad muy organizada en la que acertamos con embajadores, o un grupo de embajadores que eran representativos de los demás, los pasos a dar para la negociación. Ahí fueron fundamentales esas coordinaciones y articulaciones que logramos para la negociación de salir con vida. El único que perdió la vida ahí fue un compañero nuestro en la entrada de la toma (el Día 1). El resto no hubo sacrificados.

Foto tomada en los días previos a la salida negociada, de izquierda a derecha; Alfredo, miembro del comando y el compañero de María Eugenia (marcada con flecha) en ese tiempo. Víctor Sasson, negociador, Fernando Ravelo, Embajador de Cuba, María Eugenia y José Manuel Rivas Dacconi, otro de los delegados para la negociación.
El final del operativo. El bus que llevaba los guerrilleros y los rehenes diplomáticos al aeropuerto donde esperaba un avión de Cubana de Aviación para viajar a La Habana. En la foto aparecen de atrás hacia delante, en medio de 6 miembros del comando con pañuelos en el rostro: Rivas Sacconi, uno de los negociadores; Acerbi, el Nuncio Apostólico; Francisco Pacheco, cónsul de Venezuela; Ricardo Galán, embajador de México elegido por los embajadores como garante de la negociación con el gobierno colombiano; Gerardo Do Nascimento, embajador de Brasil y Reinaldo Del Carpio, encargado de negocios de Bolivia. María Eugenia es marcada con una flecha. Fotos: José María Guzmán, ganó el Premio Nacional de Periodismo "Simón Bolívar". Publicó un libro titulado El Secuestro del Siglo en 1981.


– Lo otro es que se sienta la insurgencia con el gobierno en una negociación entre iguales. Se reconoce, entonces, la insurgencia como un interlocutor válido. Nosotros aprendimos que la consigna “VENCER O MORIR” podía transformarse por objetivos políticos. Salimos vivos de la embajada, tanto nosotros como los embajadores pero no logramos sacar los presos políticos. Pero se lograron otras metas que fueron fundamentales como una supervisión de los Consejos de Guerra y el bienestar de los presos políticos. Se cambiaron algunas situaciones que había en el país en ese momento. Fueron más logros políticos que logros militares que tuvimos ahí. Nosotros nos empeñamos muchísimo a entender el valor de la negociación. Entender de mantenerse en una postura única sino poder balancear y poner al centro los logros políticos más que los logros militares. La toma fue una gran lección humana y política que nos permitió posteriormente en los años 1984 y 1989 poder pensar en la tregua y posteriormente en los acuerdos de paz de 1989.

Los generales del Ejército Nacional se volvieron furiosos por la humillación de la "recuperación" de 5.000 fusiles, acción realizada por M-19. Foto: Archivo.


A la Prisión y las cámaras de Tortura del Ejército

Después de la toma de la embajada dominicana en Bogotá, ustedes volaron para Cuba donde estuvieron un año, preparándose militarmente. Regresaron a Colombia en forma clandestina en marzo de 1981, ahora como guerrilleros preparados para abrir un nuevo frente de guerra en el sur de Colombia. Eso terminó en un desastre donde muchos murieron, otros como tú fueron apresados y objetos de mucha tortura en el Batallón del Ejército en la ciudad de Ipiales. Pese a toda crueldad, lograste soportar las torturas. Háblanos de esos interrogatorios de los militares.

– Lo del sur, ¡Ay esa aventura! dice y respira, fue realmente difícil. Si la pienso hoy día no sé cómo la pasé. Porque una mujer muy urbana, con entrenamiento sí, pero meternos en esa selva del sur que es una selva húmeda lleno de manglares. . . no sé cómo la pasamos, realmente. Creo que la fuerza fue sentirnos parte de un ejército, sentirnos muchos y poderosos. Luego viene nuestro error táctico por las detenciones en el Ecuador. Las Fuerzas Colombianas penetraron al territorio ecuatoriano y se dio una tregua que no fue consultada con el entonces gobierno ecuatoriano. Estuvimos en manos de las fuerzas ecuatorianas que nos pasaron a las fuerzas colombianas.

– De ahí viene la sensación absoluta de impotencia de estar en manos del enemigo. Creo que lo único que nos sostuvo en ese momento, no es tanto de la ideología, es el amor. Sí, es la ideología pero sentida de la entraña. Yo sentía que no podía traicionar a mis compañeros que habían confiado en mí. Tenía que guardar silencio para preservar la vida de mucha gente. Eso es lo único que no hace fuerte ante la tortura, es la única posibilidad. Creo que la tortura es una acción y el intento de someter por la fuerza la voluntad de las personas infringiéndolas la mayor angustia y el mayor dolor. Considero aberrante la tortura como la desaparición forzada también. Creo que la única manera de soportarla es haciendo acopio de ese morir de la dignidad. Yo misma no podría pensarme habiendo delatado alguien. Eso fue lo que me sostuvo en ese momento de tan difícil de tensión.




La Cárcel

Cuando leo sobre el tiempo en la cárcel, entiendo que fueron uno de los años más duros. Estar encerrado o encerrada requiere, como dice generalmente el guerrillero, una convicción política e ideológica muy fuerte. Pero igual estar detrás las rejas espantan a cualquier ser humano. Tú relatas en el libro sobre el juego y las maniobras de las monjas en la primera cárcel en Medellín y las guardianas con otra actitud en la otra cárcel en Jamundí y las vivencias con mujeres presas de alta peligrosidad, como las llaman las autoridades. Cuéntenos de ese tiempo.

– La cárcel fue una experiencia maravillosa. Ahí conocí un país real que no hubiera podido conocer de otra manera.

Hay que decir que estuviste primero en una cárcel en Medellín administrada por monjas y después en la cárcel en Buga, con unas guardianas más duras.

– Primero estuvimos en el Consejo de Guerra en el Batallón del Grupo de Caballería Mecanizado No. 3 en Ipiales (ciudad cerca la frontera con Ecuador en una altura de 2898 metros) en manos de los militares, siempre esposados, siempre sometidos al frío y en donde hicimos huelgas de hambre. Luego nos condenaron y nos repartieron a diferentes cárceles del país con un criterio: Nos enviaban a cárceles en donde no estuvieran nuestras familias para que estuviéramos aislados. Porque las experiencias de tener prisioneros políticos en La Picota (cárcel en el sur de Bogotá), que era una atención del país, porque en ese momento el país de los 1980-85 todavía creía y confiaba en las insurgencias. En ese entonces las cárceles eran atracción política y nos dispersaron.

– Primero estuve en la cárcel de Medellín con las monjas. Pero después de un intento de fuga, porque capturaron a un compañero que tenía los planes que nosotros habíamos mandado para fugarnos, nos castigaron y nos enviaron a la cárcel de Buga en el departamento del Valle que era una cárcel de alta seguridad, otras a Villavicencio (departamento del Meta) y otras a Bogotá.

– Como te digo, la cárcel para mí fue una experiencia positiva porque conocí las mujeres de una parte del país que no hubiera conocido de otra manera. Quien llegaba, porque llegaba, cuáles eran sus vidas, que anécdotas contaban o cómo relacionábamos. Fue un mundo sorprendente. Sorprendente para quienes estamos acostumbrados relacionarnos solamente entre nosotros y políticos. Conocer esa parte del mundo real de la delincuencia común fue muy interesante y logramos unas amistades que mantenemos hasta hoy día con prisioneras de aquella época.

La cárcel de mujeres en Jamundi, Valle.


La Mujer en la guerrilla

En la prensa con cierta regularidad aparecen acusaciones en contra las Farc y los comandantes sobre abusos sexuales contra las mujeres guerrilleras, acusaciones que las guerrilleras de las Farc generalmente rechazan y dicen que es “parte de la guerra psicológica por parte de un estado guerrerista”. ¿Cómo fue el trato y la situación de la guerrillera en el M-19 en tú época?

– Estoy convencida que las guerrillas, las insurgencias en general son reflejos del país y la sociedad. Así que no dudo que al interior de las filas de las insurgencias, como al interior de las organizaciones sociales, de los ejércitos y en el cotidiano de la gente se sucede la violencia y los abusos sexuales, incluso acoso sexual que a veces es muy difícil de identificar. Porque están muy entre comillas naturalizados, porque no están sancionados socialmente. Se toman como algo de menor valía y algo que sucede, y punto.

– Dentro del M-19, como en la mayoría de las insurgencias habían unos códigos éticos conocidos. Pero no dudo que se hubieran colado abusos entre hombres y mujeres. ¿Qué había de lo positivo? Lo positivo puede ser que hay un control social cuando está en grupo y evita que se sucedan muchas cosas. Pero, deben colarse abusos también. Yo te lo que podría decir de todas maneras, no son actos justos justificables de ninguna manera y no hacen parte de los actos de guerra que deben ser juzgados como actos de guerra. La violencia sexual no puede hacer parte de los hechos considerados actos de guerra. Sino es un delito y creo que tiene unos responsables individuales y en algunos casos cuando es algo sistemático, por ejemplo; si algún jefe orienta de acudir la violencia sexual para castigar a las esposas o las novias a las que consideran como su enemigo, no es correcto y no está adentro de la ética de la insurgencia. Pero, como te digo, suele suceder y deber ser castigado como un delito.

– En lo que yo viví lo que había era las mismas subordinaciones y discriminación hacía las mujeres más sutil. Llegar de ser mando requería el doble esfuerzo que se hubiera representado para un hombre. Ser jefe mujer significaba un doble esfuerzo para que los compañeros entendieran que nosotras también teníamos cualidades de mando y no solamente subordinación. Estas sutiles discriminaciones, aunque, defendiendo M-19, fue una guerrilla donde las mujeres estuvimos más posibilidades de ascenso y de incidencia. Tuvimos dos mujeres en el Comando Superior. En la Dirección Nacional, que era la estancia en donde yo estaba habíamos una cantidad proporcional de mujeres, bastante mayor que había en otras fuerzas militares.

– En este momento en las Farc, por ejemplo, hay una mujer muy interesante, Victoria Sandino que todavía no hace parte oficialmente de los negociadores plenipotenciarios pero que ha jugado un gran papel.

La guerrillera Oneyda en la trinchera en Casa
Verde, 1988. 
FOTO: DICK EMANUELSSON.


Tampoco hay mujeres en el Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc . . .

– Tampoco en el Secretariado, pero son mujeres que han jugado un gran papel (en las negociaciones). Yo creo que estamos dando pasos en el reconocimiento de la importancia de las mujeres, no solo en la sociedad sino también al interior de las insurgencias. Pero todavía nos toca pelearlo mucho. Todavía tenemos que hacer que la historia de las insurgencias reconozcan los valores de las mujeres, que las estructuras de las insurgencias reconozcan las jerarquías de las mujeres y que en general la sociedad nos reconozca como actoras políticas, no solo como apoyo y ayuda sino como actoras políticas fundamentales en esta construcción de nación.

– Porque ahora no es solo; “¡a no mujeres, hagan ustedes la paz, que nosotros hicimos la guerra”! No, tenemos que ser actoras fundamentales en esta construcción de sociedades postguerra, postguerra o postacuerdos.

Si, Colombia es una sociedad machista y me acuerdo la 2a Cumbre de la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar en Casa Verde (campamento central de las Farc) en marzo-abril 1988 en donde la única mujer que participaba en las delegaciones de las insurgencias era Vera Grabe del M-19. Hoy se siente lamentablemente que la liberación de la mujer ha tomado pasos para atrás, lo que se refleja en las telenovelas, el aumento del sexismo, la mujer solo como un objeto de cuerpo pero sin cerebro. Romper ese esquema no es fácil.

– No, no es tan fácil, Dick. Además no es fácil adentro de cuerpos armados que son máxima expresión del orden patriarcal. La guerra es una expresión de ese orden patriarcal que privilegia la fuerza y que subordina a hombres y mujeres. Y pensarse mujer y pensarse en términos de una equidad al interior de una fuerza armada de un ejército no es fácil. Pero creo que las compañeras de las Farc tienen un camino recorrido muy importante. Tienen unos avances que eran impensables en los años 90´ que tocó a nosotras.

Vera Grabe (M-19) segunda de izquierda en la 2a Cumbre
de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Al lado
derecho Raúl Reyes, integrante del Secretariado
del Estado Mayor Central de las FARC-EP. 

FOTO: DICK EMANUELSSON.


El Acuerdo de Paz del M-19 y el Estado en 1990

Llegó el tiempo para el acuerdo definitivo con el Estado Colombiano y la dejación de las armas por parte del M-19 en Santo Domingo en el mes de marzo de 1990. Tú ya habías dejado la organización un año antes. ¿Se sentía que HASTA AHÍ LLEGÓ LA LUCHA ARMADA por parte del M-19 o ya habías tenido ese presentimiento tú un año antes?

– Es cierto que había dejado la organización un año antes pero salí como había entrado; sin ningún problema. Yo entré felizmente y salí, incluso apoyada por los compañeros. Yo tenía unas decisiones personales que fueron comunicadas en su momento a quien era mi mando en el exterior que era Antonio Navarro. “Antonio, me voy para el país y quiero buscar otro camino”. Antonio me dio la mejor respuesta; “Todo lo que necesitas de apoyo. No soy yo quien tengo que decirte que camino tendrás y siempre estaremos en contacto”.


CARLOS PIZARRO - Dejación de armas M-19 [1]

CARLOS PIZARRO - Dejación de armas M-19 [2]


– Siempre estuve en contacto con los compañeros y fui a visitarlos en Santo Domingo (el lugar para la entrega de armas), porque nunca había renunciado formalmente a mi cargo en la Dirección Nacional. Quería decirles que sí, que me había ido. Fueron muy fraternos y no solo pude hablar con Antonio Navarro sino también con Carlos Pizarro (comandante en jefe del M-19).

Hasta que rumbearon. . .

– Si, hasta rumbeamos. Fue muy lindo porque fue como la idea que éramos una familia, solidaria, no había salido peleando con ellos o por cuestión de gran rompimiento sino sentía que la política a través de las armas iba agotando. Ya me parecía triste que se privilegiara más la acción armada que la acción política. Había un cierto cansancio de la acción armada. Confluyó con cambios internos míos muy subjetivos de partir de la muerte de mi hijo mayor. Es un golpe tan fuerte en la vida que obliga la reflexión. Una reflexión al interior me decía; ´para lograr esos sueños hay otras formas que pueden ser más compatible con una realización. . . que te diría yo. . . en compensar un poco más. . en cómo estaba al frente a las personas que me amaban. Más respecto a mí misma. Se me agotaba la parte armada, me salía sobrando, pues había formas de conseguir esos sueños en la lucha política que nunca, en realidad, he dejado y en lo que sigo creyendo. Como te decía al principio; la gente menos favorecida tiene que llegar a definir el destino de este país.

El comandante del M-19, Carlos Pizarro firma el Acuerdo de Paz con representantes del gobierno colombiano el 9 de abril de 1990. Tres meses después fue asesinado Pizarro.


Hablabas sobre una línea militar al interior del M-19. Pero hay que tomar en cuenta también la situación en el país en esos momentos. En marzo-abril 1988, cuando se realizó la 2a Cumbre de la Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar en Casa Verde había masacres todos los días en Colombia, 10-15 personas asesinadas por el paramilitarismo o en alianza con el Ejército Nacional. En El Salvador y Guatemala no hubo otra alternativa sino levantarse en armas contra las dictaduras como había hecho el pueblo nicaragüense en donde el Frente Sandinista derrocó a la dictadura somocista. El factor objetivo sobraba y donde el factor subjetivo maduraba en el país. En conversaciones informales con un delegado del M-19 en la 2a Cumbre 1988, él me decía que la meta de esa conferencia era poner la base para crear un Único Ejército Guerrillero en Colombia. Pero al año siguiente el M-19 firmó el acuerdo de paz con el gobierno del presidente César Gaviria.

– Yo no diría que había una línea militar. Lo que creo es que la dinámica de la guerra lleva a privilegiar lo militar sobre lo político. Porque cuando tu estas en guerra tienes que estar permanentemente como proteger tus fuerzas y como derrotar al enemigo. O sea, lo militar empieza ser más importante por la propia dinámica de la guerra. Entonces no es cosa de los comandantes o no sino la dinámica de la guerra conduce a una mayor militarización.

– Y por supuesto, en los años a finales de los 80´ ya el ingrediente paramilitar y el ingrediente narcotráfico había enrarecido muchísimo más la guerra. Asesinaron líderes populares y líderes con propuestas políticas. Por eso la propuesta política se escuchaba menos.

Una víctima por la dictadura somocista en Nicaragua que fue derrocada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, pese del respaldo de EE.UU.


Pero de la 2a Cumbre salieron propuestas políticas una convocatoria a una Nueva Asamblea Nacional Constituyente.

– No es que hubiera una línea de guerra al interior del M-19 sino la dinámica de la guerra iba llevando a que se militarizara, se privilegiara lo militar sobre lo político. El M-19 tuvo la virtud de escuchar a la gente que tuvo alrededor, no perdió la conexión y fueron los indígenas y la gente del Cauca la que más le movió al M-19. Le hizo cuestionamiento y movió la reflexión al M-19 que “¡Ya es hora de parar la guerra”! Yo creo fue escuchando la gente del Cauca que estaba cansada de la guerra porque tenía por encima todos los factores de confrontación; narcotráfico, paramilitarismo, las diferentes insurgencias en SU territorio indígena, irrespetando todos las costumbres, la cultura indígena, invadiendo territorio indígena. Fue el momento cuando M-19 escuchó ese clamor. Pero también clamor urbano que comenzó a manifestarse a torno a la necesidad a una salida política al conflicto armado.

– Las élites de este país han sido traicioneras. No ahorro palabras de decirlo. En los acuerdos de antes de la República de los Comuneros firmaban acuerdos y asesinaban a los líderes. Asesinaron a (Luís Carlos) Galán (líder popular liberal, asesinado el 18 de agosto de 1989), asesinaron a (Jorge Eliécer) Gaitán (9 de abril de 1948), asesinaron a Carlos Pizarro una vez firmado los acuerdos. Asesinaron a los precandidatos y candidatos a la presidencia de la UP (Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo Leal respectivamente), asesinaron casi un partido completo que fue la UP. Yo pienso que las élites de este país han sido traicioneras y por eso creo que hay desconfianza por parte de las insurgencias frente a la firma a los Acuerdos.

– Este proceso (con las Farc) ha ganado un poco de confianza pero entiendo que haya desconfianza. Yo misma no confío que será un proceso muy fácil. Posterior a los acuerdos vendrá un tiempo muy difícil, pero necesitamos los acuerdos


Casa Verde abril 1988, tropas guerrilleras de las FARC en formación escuchando la Declaración Política de la 2a Cumbre de la CNGSB. FOTO: DICK EMANUELSSON


26 años después de la firma del M-19, ahora les toca a las Farc

Las FARC están ahora en alguna situación similar al M-19, pero 26 años después del acuerdo de Santo Domingo. Esa guerrilla estaba también en un “Acuerdo de Cese al Fuego de la Uribe” firmado ya en mayo 1984, negociando por un acuerdo político con el Estado cuando fue bombardeada por aviones en Casa Verde, el 9 de diciembre del 1990 y atacados por siete mil unidades del Ejército. Era además el día cuando el pueblo colombiano acudió a las urnas para dar su voto a los postulados a una Nueva Asamblea Constituyente que el M-19 ganó. ¿Cómo reflexionaste tú ante ese ataque, que en definitiva liquidó el proceso de paz con la mayor insurgencia del país?

– Es ahí cuando digo que se ve las élites traicioneras, que tiene presupuesto de muy corto plazo y no fueron estratégicos. Si hubieran pensado estratégicamente habrían dejado consolidar esa tregua y llegar a una negociación en ese momento. Pero, atacando Casa Verde lo estaban pensando, era en muy corto plazo y pensando que iban a dar definitivamente el gran golpe a las Farc para debilitarlas y no fue así. En eso fallaron y nos ha costado cantidades de muertos al país y sobre todo a los sectores que ponen los muertos que son las organizaciones sociales y los campesinos, que son quienes más sufren el conflicto armado directamente. Los líderes también, por supuesto porque tenemos un sinfín de muertos y desaparecidos y amenazados por causa del conflicto armado



PRÓXIMA Y ÚLTIMA ENTREGA:

¿Qué lo que esperan a los guerrilleros de las FARC en la incorporación a la vida civil? ¿Cuáles son las experiencias del proceso de Paz entre el Estado Colombiano y el M-19 que pueden ser útiles para las FARC?