Se fue el viejo amigo,
colega y camarada Álvaro Angarita del semanario VOZ
Pocas personas he tenido como referente para comprender la complejidad
de la situación colombiana, como el periodista comunista Álvaro Angarita.
Este compañero, al que considero mi mentor, nació en San Vicente del
Chucurí, cuna de la insurgencia de ELN en el departamento de Santander de donde
llegó a Bogota hace 30 años para reforzar la redacción de Voz Proletaria en
Bogotá. Fue el hombre con la capacidad de analizar las luchas del pueblo y al
mismo estar con el pueblo trabajador, viviendo sus luchas, sus penas y sus
victorias, como pocos comunicadores sociales han podido.
En este día tan triste donde me toca despedirlo, aunque no del todo ya
que quedó grabado en mi alma para siempre, vuelven a mí sus anécdotas, mil
experiencias y vivencias transitadas juntos. Hermano de cuerpo flaco capaz de
contener una firmeza de acero condición imprescindible para seguir el combate
contra una de las peores oligarquías de América Latina.
Recuerdo su voz cálida orientándome en una oportunidad en que debíamos
acostarnos en el piso, “coloca bien el cartón para no sufrir el frío de
esta noche”. Sólo un poncho compartiríamos como cobija.
Habíamos partido de San Juan de Sumapaz a lomo de caballo, cruzando
ríos, valles y quebradas para concluír la jornada en una finca campesina en el
Páramo de Sumapaz a 3500 metros de altura. El frío parecía apuñalar
nuestros cuerpos, sentíamos el crujido del suelo cuando los caballos y mulas
rompían el hielo. Todo se congelaba menos la voluntad de seguir porque la causa
era noble y él sabía muy bien eso.
San Juan de Sumapaz. |
A las 4 de la mañana nos despertó el guerrillero conocido como el
Chinito, era increíble verlo como si estuviera pisando tierra caliente, apenas
cubría su cuerpo una camisa verde con mangas cortas, y éste solo riéndose
cuando nos quejamos del cruel frío.
Luego de desayunar, montamos nuevamente las bestias y continuamos otras
dos jornadas hasta llegar a Casa Verde, base central de la guerrilla de las
FARC. Allí nos dieron la bienvenida Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, Raúl
Reyes, Alfonso Cano, el “Mono Jojoy” y Timochenko, todo el Secretariado del
Estado Mayor de las FARC-EP.
Grande fue su alegría demostrada en el saludo a Angarita, lo que habló
del tremendo respeto que los comandantes sentían por su obra periodística revolucionaría
cargada de compromiso con el pueblo colombiano. Esto fue entre los meses de
marzo-abril de 1988.
Desde que conocí a Álvaro, en 1983, supe que tenía un nuevo hermano, que
era parte de un segundo equipo de redacción además del que cumplía yo en
Estocolmo. Era parte de Voz.
¿Y quiénes conformaban esa redacción? Pues nada más ni nada menos que
compañeros y compañeras maravillosos, que bajo la guía de Manuel Cepeda
sostenían, en medio de la guerra sucia, la VOZ de las Voces revolucionarias colombianas.
Fueron
cayendo muchos compañeros, portavoces del periódico más heroico de Colombia, como
Manuel Cepeda, el director del semanario pero la VOZ sigue tronando, enfrentándose al brutal
Terrorismo de Estado colombiano. Y el Terrorismo de Estado no perdona un
colombiano por ser un revolucionario. El actual director de VOZ, Carlos Lozano ha
sufrido atentados, guerra psicológica, montajes de todo tipo, amenazas
constantes y hace una semana asesinaron al camarada Mao Enrique Rodríguez, el
escolta de Lozano durante ocho años y activo militante del Partido Comunista
Colombiano (PCC).
REMOLINOS DE CAGUÁN (Caquetá) 12 de diciembre de 2004: Subimos a la “choza” que tenían los militares en un retén fluvial
en el río Caguán. Ahí estuvo retenida por los militares una estudiante de
periodismo de solo 18 años. Exigían que ella entregara el material de dos días
de secuencias de videos tomadas durante una conferencia, donde 1500 campesinos
de la región, el epicentro de Plan Colombia y su sucesor; Plan Patriota,
denunciaban las violaciones de derechos humanos cometidos por las Fuerzas
Militares. Hechos que jamás salen en la prensa de los clanes oligarcas como El
Tiempo (Santos), Caracol (Santodomingo), RCN (Ardila Lülle),
solo cuando, en la misma región, desaparece un reportero francés.
Éramos un grupo de
aproximadamente 20 periodistas, abogados, gente de los DDHH en Bogotá,
liderado por el Colectivo de
Abogados Alvear Restrepo, los que
habíamos cubierto el evento en el municipio de Remolino de Caguán. Y fue en el
regreso, frente al municipio de Cartagena de Chairá, que los militares nos
pararon.
La muchacha era alumna de
Álvaro en la Universidad
de la Cooperativa ,
en Bogotá, donde Álvaro dictaba clases por la noche. Estaba pálida y llorando
con impotencia por la brutalidad con que fue tratada por los militares.
“Están violando la
Constitución de 1991 cuyo artículo 74 dice que nadie puede
exigir a un periodista de revocar sus fuentes, y menos pueden ustedes decomisar
el material del periodista”, decía Álvaro al oficial con
su voz firme.
Por mi parte amenazaba al oficial de contactar a los diputados de la Unión Europea a
través de un –inexistente– teléfono satelital, presionando para que soltaran a
la colega. Ante estas situaciones nos permitieron ir a Cartagena de Chairá,
donde otro coronel pretendió impedirnos salir rumbo a Florencia, la capital de
Caquetá.
Álvaro fue tan tajante, tan político, tan explícito que logró que
pudiéramos seguir con rumbo a Bogotá.
CADA SÁBADO NOS
REUNIAMOS en la oficina de Álvaro en Voz para estudiar los
legados invalorables de los marxistas clásicos. Angarita no sólo había recibido
su formación política en el partido y en las luchas sociales, sino también,
durante varios años en la
Escuela del Partido en Moscú. Fue, en ese sentido, uno de los
mejores pedagogos marxistas que he conocido en mi vida. Jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional
recibieron sus primeras clases de economía política, filosofía marxista y
el Comunismo Científico, gracias a su claridad.
Álvaro Angarita. |
Así era el flaco Álvaro,
firme, con principios, sin miedo aún frente al poder fáctico y el terrorismo de
estado que no lograron amedrentarlo ni neutralizarlo.
ÁLVARO NOS DEJA, parte hacia su último descanso dejándonos el alma
partida de dolor e impotencia aunque sepamos que así es la vida, que un día
comienza y tiene un fin relativo.
Porque para los seres con su
grandeza, sentimiento y fidelidad nunca habrá un final definitivo. Esas
personas quedan estampadas en las conciencias de quienes tuvimos la suerte de
haberlo conocido.
Mi solidaridad sin límites
para Miriam, su compañera de vida y madre de sus hermosas hijas.
¡Mi flaco amigo y camarada
querido, me harás mucha falta!
No te despido para siempre,
apenas te grito desde lo más profundo de mi corazón:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE !!!!!!!!!!
Tegucigalpa 2012-04-30
Dick Emanuelsson